Crisis Política
Por: Martín Alejandro Mendoza
Inicio esta opinión con una frase con la cual comencé mi columna anterior, la política debe ser “la forma más excelsa de practicar la caridad”, y no hay más.
Una crisis política es un proceso donde se altera o rompe el normal funcionamiento del sistema político y de las relaciones entre los actores políticos y sociales que lo componen, produciendo, durante un determinado periodo de tiempo, momentos de incertidumbre e inestabilidad institucional, hasta producirse el reacomodo del sistema a las nuevas condiciones. El descontento, la desconfianza, la desaprobación o el desconocimiento de los representantes políticos, así como las tensiones, disfunciones y contradicciones que en el seno de la sociedad se han ido acumulando, son algunos de los primeros indicios de que una crisis política se avecina.
Algunos factores claves en toda crisis política son los acontecimientos político-sociales que tienen lugar como síntoma de los conflictos y tensiones acumuladas: las huelgas, las protestas públicas, las movilizaciones populares o la renuncia de altos funcionarios del gobierno, son algunas de las señales de que un país o una sociedad comienza a transitar el proceso de una crisis. La crisis política será el momento en el que se detonan las tensiones y conflictos que se encontraban latentes en una sociedad.
Asimismo, la crisis política puede ser movida por intereses económicos o ideológicos, por lo tanto, una situación de crisis política no necesariamente será reconocida por todos los actores involucrados en el proceso. De hecho, los resultados de una crisis nos pueden parecer tanto positivos como negativos, dependiendo del lado de la historia en que nos encontremos. No obstante, visto desde un ángulo optimista, toda crisis es una oportunidad para la renovación y el progreso, depende como se quiera tomar.
Ante los últimos eventos, se reaviva una práctica añeja: pegarle al funcionario, atacar a los partidos, degradar la política. No se pretende asumir la defensa de lo indefendible.
Se han cometido muchos errores a raíz de la transición hacia la democracia, será traición para la ciudadanía si los actores políticos se siguen equivocando en las trascendentes decisiones que se vienen encima.
Las instituciones están dañadas y por sentido común no se pueden deslindar del comportamiento de los hombres. La solución puede resolverse sino a través de un buen liderazgo. No deterioremos más la vida política pretendiendo cambiar nuestra cultura a través de leyes.
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