
Cuando el agua se vende, el pueblo castiga
“El PAN vació las urnas cuando entregó el agua; ahora, el pueblo se prepara para devolverles el golpe donde más duele: en la boleta.“
Salgo a caminar por la ciudad. Mismo recorrido de siempre. Mismo café de la esquina. Mismas calles. Pero algo es distinto. Se nota en las lonas que ya no cuelgan. En los liderazgos barriales que se han replegado. En los rostros de quienes antes presumían los colores del PAN y ahora agachan la mirada o simplemente guardan silencio. El desgaste del PAN ya no se mide en encuestas: se palpa en las banquetas.
El gobierno de Mauricio Kuri y su partido han cometido el error más grave que puede cometer una fuerza política en un entorno digital: subestimar la ciberpolítica. La narrativa oficial ya no circula. No emociona. No convence. Han perdido la batalla en los algoritmos y en las emociones. En TikTok, en WhatsApp, en Facebook, en X, la oposición ha convertido la indignación por el agua en un huracán narrativo. Cada reel, cada sticker, cada comentario cargado de frustración, se transforma en una semilla de insurrección.
La estadística que grita
Los datos son demoledores. El PAN ganó la elección de 2021 con más de 2 a 1 frente a Morena. Hoy, en pleno 2025, las encuestas marcan una diferencia de apenas 6 puntos entre el PAN y Morena, con Movimiento Ciudadano creciendo peligrosamente en zonas urbanas. La caída de 10 a 12 puntos en intención de voto no es anecdótica: es estructural. El 34% de quienes votaron por el PAN en 2021 hoy están indecisos o han migrado. Y lo más alarmante: un 68% de la ciudadanía considera que el Decreto 254 representa una forma de corrupción encubierta.
Pero hay una cifra aún más inquietante: el voto que no se va a Morena, ni se expresa como rechazo abierto, sino que se refugia en las zonas grises de las encuestas: “no sabe”, “no ha decidido”, “otro partido”, “prefiere no decir”. Ese voto silencioso ha crecido en Querétaro a márgenes de hasta el 20% del electorado. Son los ciudadanos que se guardan la rabia en el pecho, que no militan, que no gritan, pero que sí votan. Y cuando lo hagan, definirán el destino de la elección.
Ese electorado no se mueve por ideologías, sino por principios rotos. No busca discursos, sino certezas. Calla no por indiferencia, sino por estrategia. Porque quien ha sido traicionado no da advertencias: da sorpresas. En 2027, ese voto tendrá la fuerza de una ola silenciosa que se convierte en marea. Y cuando llegue a las urnas, será imparable.
En este escenario, Mauricio Kuri le ha puesto la alfombra roja a Morena. Le ha tendido el camino más directo hacia la victoria: un gobierno que se aleja de la gente, una clase política que mercantiliza el agua, que le pega en el bolsillo con incrementos en los impuestos y multas, una narrativa que colapsa como el puente de Bernardo Quintana y Sombrerete. Pero del otro lado, Morena parece incapaz de pisar esa alfombra. Divididos, sin estrategia, con liderazgos locales que no suman ni movilizan, atrapados en su propio laberinto de egos y contradicciones, hay candidatos que se sienten más cómodos obedeciendo al PAN que representando a Claudia Sheinbaum. La usan en los discursos, en los slogans, en las fotos, pero se niegan a cruzar la línea que implica encabezar al pueblo. La oportunidad está servida. Pero si Morena no la toma, ¿otro la tomará?.
Esta percepción negativa al PAN no es fácil de revertir. Porque no es racional: es visceral. El recibo de agua elevado. El grifo seco. La promesa de obra que nunca llega. Todo se acumula para formar una narrativa de traición. De abandono. Y lo más grave: de desprecio. Porque el PAN no solo tomó una mala decisión. La impuso con soberbia, como si la ciudadanía no contara.
En Querétaro, más del 80% del electorado se concentra en cuatro municipios clave: Querétaro capital, El Marqués, Corregidora y San Juan del Río. En todos ellos, las encuestas registran caídas severas para el PAN. En Querétaro capital ha perdido 9 puntos. En El Marqués, más de 12. En Corregidora, el 65% de la población manifiesta rechazo a la privatización del agua. Y San Juan del Río se encuentra prácticamente perdido para el PAN, con un diferencial de 8 puntos a favor de Morena. La única ventaja que sostiene al oficialismo en este escenario es la división interna de Morena, cuyas fracturas, ambiciones cruzadas y falta de liderazgo consolidado aún impiden que el descontento se traduzca automáticamente en una mayoría sólida.
Pero incluso ese factor comienza a diluirse. Porque cuando el sentimiento de traición se instala en el ánimo colectivo, no necesita grandes estructuras para manifestarse. Solo necesita una boleta y una pluma. Y en 2027, miles de queretanos las tendrán en la mano.
El comportamiento electoral en contextos de privatización ha sido ampliamente documentado: el partido gobernante puede perder entre 15% y 30% de su base electoral en los siguientes comicios. Si el PAN cae en ese rango, ya no hay margen de victoria posible, especialmente con una abstención que ronda el 40% y podría aumentar entre los sectores medios que antes le eran fieles.
Última escena
Lo que se aproxima no es una elección ordinaria. Es un referéndum emocional sobre la traición. Sobre la dignidad. Sobre el agua. La ciudadanía queretana votará en 2027 como quien ajusta cuentas. No votará por partidos: votará por justicia.
Y ahí, entre boletas marcadas con rabia y abstenciones cargadas de desprecio, se escribirá el fin de una era. La caída del PAN no será solo numérica: será simbólica. Y será irreversible.
Porque cuando se pierde la calle y se pierde el algoritmo, solo queda una cosa por perder: el gobierno.
Y en Querétaro, el PAN ya perdió las dos primeras.
Solo es cuestión de tiempo para que la tercera también se les escape entre las manos… como el agua.
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