
De simulacros, perros y asambleas seccionales
El 19 de septiembre nunca será un día cualquiera en México. Desde 1985 y 2017, las sirenas, los altavoces y los simulacros se convirtieron en parte de nuestra memoria colectiva.
Dentro de un mes, nuevamente, el país entero participará en el simulacro nacional de sismos.
Suena bonito en el discurso, pero la pregunta de siempre es si en Tlaxcala estamos realmente preparados.
¿Las escuelas, los hospitales, las oficinas públicas cumplen protocolos?
¿O solo salimos a la calle a tomarnos la foto institucional?
El simulacro debe ser más que un ritual burocrático: Es cultura de prevención o es puro ruido. Y en la cultura de prevención Tlaxcala todavía tiene cuentas pendientes.
Y es en este renglón en el que debemos poner énfasis como ciudadanos para que las autoridades se tomen más en serio la prevención desde las escuelas hasta las oficinas privadas, hasta el comercio del mercado, hasta los vendedores de tamales, hasta las amas de casa.
La historia ya nos ha dado como país, bastantes lecciones en materia de desastres naturales, pero parece que aún no la tomamos en serio.
Ojalá no nos llegue un desastre en el que como país entero, estemos sin dinero, sin cultura y sin estrategia para atenderlo, como nos pasó en ese crudo 19 de septiembre de 1985.
De los temblores humanos pasemos a los temblores sociales: los perros callejeros de la capital tlaxcalteca.
No es un secreto que Tlaxcala arrastra un grave problema de abandono y maltrato animal.
Basta caminar por el centro histórico o por las colonias periféricas para encontrar jaurías buscando comida entre bolsas de basura.
No es culpa de ellos, es culpa nuestra: de la indiferencia, de la irresponsabilidad y de la falta de políticas públicas más profundas y por qué no decirlo ¿Más severas?.
Mientras unos los ignoran, otros los patean, y los más hipócritas se quejan en redes pero jamás adoptan ni esterilizan.
Hablar de los perros callejeros no es un asunto menor, es un espejo de lo que somos como sociedad.
Es muy fácil culpar a la autoridad, que si el gobierno del estado, que si el ayuntamiento, pero la sociedad, nosotros, que somos los culpables del abandono, solamente señalamos pero no hacemos nada al respecto, sólo nos quejamos y hasta contribuimos a ese abandono de perros y gatos que su única culpa, fue haber venido a este mundo en un hogar de gente pendeja y sin la mínima empatía por ellos.
Y aquí entra una tercera pieza de esta columna: La CRUAC (Clave de Registro Único de Animales de Compañía).
Una herramienta que debe ser obligatoria y universal, pero también debería incluir un chip para localización e identificación de cada uno de ellos.
Porque tener un perro o un gato no es un capricho ni un juguete, es una responsabilidad con nombre y apellido.
La CRUAC permitirá identificar dueños, controlar la población, fomentar esterilización y, sobre todo, garantizar un mínimo de bienestar animal.
¿Qué esperamos para implementarlo de verdad y no solo como letra muerta?
Si exigimos registro para los coches, ¿por qué no para los seres vivos que comparten nuestro hogar y nuestras calles?
El simulacro nos recuerda que debemos estar preparados; los perros callejeros nos gritan que seguimos fallando como comunidad; y la CRUAC aparece como una posible respuesta. Tres temas distintos, un mismo trasfondo: Tlaxcala necesita pasar del discurso a la acción, de la foto a la política pública, de la indiferencia a la empatía.
Morena está empeñado en ser movimiento y territorio. A nivel nacional, se lanzó a la tarea monumental de constituir 71 mil 541 comités seccionales, uno por sección electoral, con la idea de alcanzar cobertura completa antes de 2026.
En Tlaxcala, la dirigencia local informó que ya se instalaron algunos comités seccionales sin que se hable de una cifra concreta, una cifra que, si bien implica avance—y considero que fue masiva y bien organizada—también desnuda lo que todavía es un mosaico del que aún hay poca información: Se instalaron 62 asambleas para la constitución de las 631 comités secciones electorales operativos.
La pregunta que ya clama hacerse es: ¿Es esto músculo de base o puro teatro territorial? Si Morena habla de “movimiento popular”, cada comité debería ser un polo de participación ciudadana real y de rendición de cuentas local, no solo una firma en el expediente del partido.
La urgencia ya no es competir por lo simbólico, sino consolidar lo estructural. Si están recibiendo apoyo y generación de redes desde arriba, es momento de exigir que esos comités sepan responder al ciudadano, no solo al bolsillo del líder de sección que seguramente buscará negociar su posición y es allí, donde la dirigencia estatal debe tener claro que necesita leer bien la cartilla a esos presidentes seccionales que ni son autónomos ni representan los intereses del pueblo.
Tlaxcala tiene nombres, secciones y comités. Pero si la fotografía del domingo no se convierte en política pública cotidiana, entonces esta militancia solo se parecerá a lo que criticamos: espectáculo bien logrado… pero hueco de permanencia.
En Tlaxcala la dirigente estatal, Marcela González Castillo, ha hecho un esfuerzo enorme por consolidar un liderazgo integrador, participativo y abierto.
Quienes están en contra de la misma transparencia y equidad en la que se ha desarrollado el partido desde su liderazgo, deberían saber que están poniendo su cuello en la guillotina de la historia política de su partido.
Los morenistas deben entender que anticiparse a la foto con meros suspirantes a la sucesión de la gobernadora Lorena Cuellar, solamente se están exhibiendo traiciones anticipadas y para ello, los registros de archivos fotográficos quedarán para la posteridad.
Por cierto, ha sido bien recibida la noticia de que el secretario de finanzas del gobierno del estado de México, Óscar Flores Jiménez, ya se descartó para la carrera de 2027, lo interesante será ver para dónde inclina sus amores.
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