
El ITE insiste en ser el verdugo de la libertad de prensa
La libertad de expresión en Tlaxcala parece haberse vuelto un trámite más que debe ser validado, observado y, si es posible, sancionado por el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE).
Yo no entiendo la lógica de tal acoso institucional. Es faccioso, deleznable, vulgar y está fuera de Ley carajo.
Son unos vulgares y bajos mediocres que atacan el único bastión ciudadano que nadie ha podido doblar ni doblegarán: Al periodismo.
Sepan que al menos sí hay uno que los tiene en la mira, que sus nombres los tendrá presentes, porque ustedes tienen un cargo perentorio, tratan de ser el verdugo de la verdad y de la libertad.
Y eso, por donde se le vea, es peligroso para los periodistas que hoy estamos más metidos en competencias por hacer cursos, diplomados y firmar convenios, que defender la libertad de expresión.
Aunque el Tribunal Electoral de Tlaxcala ya dejó jurídica, categórica y públicamente asentado que no hubo contratación de espacios, ni promoción indebida, ni estrategia electoral encubierta en las entrevistas a candidatos de la elección judicial, el ITE sigue —con terquedad institucional y espíritu faccioso— citando periodistas como si lo resuelto por el tribunal fuera apenas una opinión sin valor vinculante.
No sé qué parte no entienden los consejeros Emmanuel Ávila González (presidente), Elizabeth Vázquez Alonso, Erika Periañez Rodríguez, Edgar Alfonso Aldave Aguilar, Janet Cervantes Ahuatzi, Hermenegildo Neria Carreño, Yedith Martínez Pinillo y Anakaren Monserrat Rojas Cuautle, que los periodistas gozamos de un paraguas jurídico que nos protege de sus atropellos lagaloides que buscan socavar la libertad de expresión en Tlaxcala.
Estos testaferros de la libertad de expresión y del derecho de las audiencias a estar informados, son los que nos quieren callar, pero no lo van a lograr. Ni madres!
Estos 8 rufianes, han logrado meter miedo a un número cuantioso de reporteros que no saben ni tienen idea de cuáles son sus derechos constitucionales, que sólo citan el artículo sexto por tratar de defenderse, pero que no entienden los alcances máximos y mínimos de ello, así como tampoco lo contenido en la Ley reglamentaria del Artículo 6º. Constitucional.
Ya basta de joder a los jodidos consejeros electorales, entiendan que el comunicado 43 del TET, fechado el 28 de julio, es claro, directo y sin matices:
“Se acreditó que no existió contratación o adquisición de tiempos en radio, televisión o medios impresos, por parte de las personas denunciadas, ni que se tratara de una estrategia para influir en el proceso judicial electoral.”
Punto. No hay vuelta de hoja.
La autoridad jurisdiccional revisó, analizó y concluyó que no hubo infracción. Pero el ITE, como si operara en un universo paralelo, sigue actuando como si sí.
¿Qué parte de "inexistente" no entendieron? ¿Con quién quieren quedar bien?
La gravedad de esta necedad no es menor.
No estamos hablando sólo de una interpretación equivocada o de un exceso de celo procedimental.
Estamos hablando de un patrón institucional de acoso hacia el ejercicio periodístico, disfrazado de fiscalización electoral.
Para muestra, otro botón legal ignorado: la jurisprudencia 15/2018 del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que dicta con claridad que una entrevista a un candidato no puede considerarse, per se, propaganda electoral, salvo que haya pruebas contundentes de contratación o encargo. (Sólo hay presunción de su oficina de prensa, pero ni una sola prueba).
“Las entrevistas periodísticas a personas que ostentan una candidatura no deben presumirse como propaganda electoral, ya que constituyen el ejercicio legítimo de la libertad de expresión y del derecho a la información.”
“La autoridad electoral debe partir de una presunción de licitud cuando se trata de actividades periodísticas o informativas.”
“No puede condicionarse la labor periodística a reglas de propaganda electoral.”
Esto no lo dice un reportero, ni un medio de comunicación, ni una asociación civil. Lo dice el máximo tribunal electoral del país. Pero para el ITE, eso parece no importar. Su lógica es otra: si un periodista hace su trabajo y ese trabajo incomoda, hay que citarlo, fiscalizarlo, acosarlo, llevarlo hasta la judicialización y crucificarlo mediante un mar de citaciones.
No importa que el tribunal haya archivado el asunto.
No importa que no haya elementos.
No importa que la libertad de prensa sea un derecho constitucional.
Lo importante es sembrar miedo.
¿Así pretende el ITE fortalecer la democracia?
¿Intimidando periodistas, ignorando jurisprudencia y desacatando fallos?
Porque eso que están haciendo es censura.
El fondo es claro: no se busca justicia electoral. Se busca crear un ambiente enrarecido donde el periodismo crítico esté condicionado al humor del árbitro electoral.
Y eso, además de burdo, es muy peligroso, no sólo para el ejercicio profesional del periodismo, sino también por el derecho de la sociedad a saber, a estar informada de manera directa y a través de personas aptas para comunicar lo que otros quieren decir.
Porque si mañana entrevisto a un candidato, ¿debo pedirle permiso al ITE?
¿Tienen un semáforo editorial?
¿Van a reglamentar también lo que preguntamos, lo que se responde y el tiempo al aire?
El mensaje que están mandando es uno solo: Entrevistar puede ser considerado propaganda. Y eso equivale a decir que el trabajo periodístico debe pasar por el tamiz de la autoridad electoral.
Grave asedio antidemocrático.
Los medios libres no pedimos permiso para informar. Y no aceptamos que se nos trate como cómplices de campañas ocultas cuando lo que hacemos es preguntar, analizar, confrontar y publicar.
Eso es periodismo, no propaganda.
El ITE debería enfocarse en lo que le toca: Organizar elecciones, vigilar el gasto real, sancionar conductas ilícitas, pero no arremeter contra el ejercicio periodístico como si fuera un delito electoral.
Mientras tanto, desde este espacio lo decimos claro:
La libertad de expresión no se negocia, no se cita, y mucho menos se sanciona.
Y si creen que nos van a intimidar con oficios, citatorios o procedimientos amañados, están perdiendo el tiempo.
La ley —y el micrófono— están de nuestro lado. Jódanse.
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