
El ritual del informe y la disputa por la hegemonía
“La democracia no se hereda ni se conserva intacta: se disputa todos los días en las calles, en las instituciones y en las palabras.” Pablo Iglesias, Disputar la democracia
El 24 de septiembre de 2025, al rendir Mauricio Kuri su cuarto informe de gobierno en Querétaro, no se trató simplemente de un acto republicano más. Lo que emergió en el Congreso local fue un episodio revelador de la transición de un régimen de hegemonía partidaria —construido por el panismo durante más de dos décadas— hacia un escenario de competitividad política real, donde los símbolos, los gestos y las narrativas pesan tanto como los números en el tablero electoral.
El respaldo automático de los legisladores panistas al gobernador contrastó con la actitud de las bancadas de Morena y PT, que solicitaron aplazar la glosa del informe para un análisis más profundo e incluso rechazaron posar en la fotografía oficial con el secretario de Gobierno. Ese gesto, aparentemente anecdótico, constituye una intervención política en el sentido que Murray Edelman describió: “la política es el uso de símbolos para inducir a las personas a percibir la autoridad de ciertas formas y a ignorar otras” (Constructing the Political Spectacle, 1988). Al negarse a aparecer en la fotografía, Morena y PT buscan alterar el espectáculo político, disputando la legitimidad del ritual institucional que había funcionado como coreografía de consenso.
El fin del monopolio simbólico del PAN
Para comprender la dimensión de este choque, es necesario recordar que el PAN en Querétaro creció bajo condiciones de competencia limitada. Desde finales de los noventa, el panismo articuló un régimen que combinaba el control institucional con una narrativa de modernización y orden. En términos gramscianos, el partido logró forjar una hegemonía: no solo dominaba por coerción o maquinaria electoral, sino por consenso social, apoyado en la percepción de ser el garante natural de la estabilidad.
Sin embargo, como advierte Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel, la hegemonía se desgasta cuando la clase dirigente deja de ser capaz de representar intereses generales y se atrinchera en la defensa de sus privilegios. El panismo queretano parece haber llegado a este punto: su narrativa de “orden y estabilidad” ya no interpela con la misma fuerza a una ciudadanía urbana y plural, más consciente de sus derechos y exigente en materia de rendición de cuentas.
La irrupción de un antagonismo real
Aquí entra en juego la teoría de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe sobre la construcción de antagonismos. Para Laclau (La razón populista, 2005), la política se organiza a partir de fronteras que dividen el campo social entre un “nosotros” y un “ellos”. Durante años, el PAN no necesitó construir ese antagonismo: gobernaba en un escenario donde la oposición era marginal y la ciudadanía asumía el consenso panista como horizonte único.
Hoy, Morena y el PT buscan construir esa frontera. Al exigir que la glosa no sea un trámite exprés, insisten en que la revisión del informe debe incluir temas de interés ciudadano como el agua, problematizando una de las vulnerabilidades más sensibles del gobierno estatal. En términos de Mouffe (En torno a lo político, 2007), lo que emerge es una forma de “agonismo”: un conflicto legítimo dentro del marco democrático, donde la oposición deja de ser un actor subordinado y se convierte en contendiente con capacidad de disputar el sentido del bien común.
La Legislatura como tablero de ajedrez político
Si pensamos la política como ajedrez —siguiendo la metáfora clásica de los juegos de poder—, el PAN sigue jugando con piezas tradicionales: control de la agenda legislativa, disciplina interna y defensa cerrada del Ejecutivo. Morena, en cambio, opta por jugadas disruptivas: negar la foto, exigir más tiempo, usar la arena legislativa para teatralizar la rendición de cuentas.
La clave, sin embargo, no está solo en el movimiento de piezas, sino en la narrativa que los envuelve. Como advertía Edelman, el ciudadano común rara vez sigue el detalle de las políticas públicas; lo que queda son las imágenes, los símbolos, las historias. Y aquí Morena empieza a mostrar comprensión de la lógica transmediática de la política contemporánea: su ausencia en la foto circuló en redes como un signo de dignidad y resistencia, más elocuente que cualquier discurso de tribuna.
Rumbo a 2027: entre reforma y clausura
Lo que se juega hacia 2027 es si Querétaro sigue siendo un bastión panista o si se abre a una alternancia inédita. El PAN enfrenta el dilema de renovar su narrativa o atrincherarse en la nostalgia de su hegemonía pasada. Si opta por lo segundo, corre el riesgo de lo que Gramsci llamaba “crisis orgánica”: un momento en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, pero donde el consenso anterior ya no se sostiene.
Para Morena, el desafío es distinto: pasar de la crítica a la construcción de un proyecto creíble. Laclau enseñó que las demandas sociales deben articularse en una cadena equivalencial que construya un pueblo. El reclamo por el agua puede convertirse en el significante vacío capaz de articular malestares más amplios —corrupción, desigualdad, opacidad gubernamental—, siempre que logre escapar del riesgo de ser percibido como un simple instrumento de oposición coyuntural.
Última Escena
El episodio del informe de Kuri revela un dato mayor: Querétaro ha entrado en la era de la competitividad política plena. La hegemonía panista ya no es incuestionable y la oposición ha entendido que disputar el poder implica también disputar los símbolos.
Quedó grabada la imagen: los legisladores panistas posando con gesto solemne; los morenistas ausentes, dejando un vacío en la fotografía oficial. Ese vacío no es ausencia: es presencia política. Como subraya Mouffe, la democracia no florece en la unanimidad, sino en el conflicto agonista que abre espacio a nuevas voces. En ese pequeño gesto de negarse a la foto se dibujó, quizá, la frontera del Querétaro que viene.
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