Silencio Oficial

Silencio Oficial

Por Victoria Aburto
Mi pluma es el eco de los que no tienen voz. Desde el dolor de la verdad, sin miedo a que arda.


1. La política como espectáculo, no como solución
En Tlaxcala, como en buena parte del país, la política ha dejado de ser una herramienta de transformación para convertirse en un espectáculo de simulación. Nos prometieron justicia, progreso y dignidad. Pero lo que tenemos es otra cosa: discursos reciclados, estrategias de imagen, inauguraciones de obras que no resuelven lo fundamental, y un silencio que grita más que cualquier palabra.

2. La realidad no se esconde bajo la alfombra
Porque aquí, en el corazón de México, la realidad no se maquilla con spots. Se ve en las calles, se escucha en las casas donde falta el gas, el pan y el agua. Se siente en las comunidades rurales donde los jóvenes se van porque no hay futuro. En los hospitales donde no hay medicamentos pero sí promesas. En las escuelas donde el esfuerzo del maestro no alcanza para compensar el abandono institucional. Se ve en cada madre que viaja dos horas para una consulta médica o en cada campesino que riega su parcela con esperanza y no con apoyo del gobierno.

3. Tlaxcala: tierra rica, pero con el pueblo empobrecido
Vivimos en un estado pequeño en territorio, pero enorme en historia y cultura. Tlaxcala ha dado al país luchadores, trabajadores incansables, mujeres y hombres que no se rinden. Pero también es un estado donde las cifras duelen: desigualdad creciente, violencia doméstica invisible, feminicidios sin justicia, trata de personas disfrazada de tabú, y una juventud sin oportunidades reales. Mientras tanto, los poderosos aquí también se rotan el poder como si fuera una herencia familiar. Los nombres se repiten en los cargos, los apellidos circulan entre las curules, y la gente —esa que vota, trabaja y sobrevive— vuelve a quedar al margen, en el olvido.

4. La indiferencia, el crimen más cómodo del poder
Lo más grave no solo es la mentira, sino la indiferencia. Lo que lacera no es solo la pobreza, sino la falta de voluntad para combatirla. Los funcionarios locales se toman fotos, pero no toman decisiones. Aparecen en los medios, pero no en los barrios. El “servicio público” se volvió sinónimo de privilegio, de sueldos inflados, de camionetas blindadas, de eventos con catering y seguridad privada. Y mientras ellos sonríen en sus informes de gobierno, en los hospitales la gente hace fila desde la madrugada con la esperanza de ser atendida.

5. ¿Dónde están cuando más se necesitan?
¿Dónde están cuando los necesitamos? ¿Dónde están cuando desaparece una joven, cuando una denuncia de acoso es ignorada, cuando un anciano muere sin atención médica? ¿Por qué las denuncias ciudadanas se convierten en trámites eternos y no en soluciones? Hay quienes hablan de “Tlaxcala sí existe” como una campaña de visibilización, pero para muchos aquí, la existencia es apenas sobrevivencia.

6. El silencio no es neutral, es cómplice
Ese es el Silencio Oficial: el que se instala después de cada tragedia, después de cada nota roja, después de cada protesta. Es el silencio de las autoridades que no contestan, que dan conferencias vacías, que aplauden sus propios logros mientras los márgenes del estado siguen olvidados. Es un silencio ensayado, perfectamente calculado, que busca desgastar al pueblo hasta que deje de hablar.

7. Las voces que resisten no están en los reflectores
Pero el pueblo no ha callado. No del todo. En cada barrio, en cada comunidad, hay voces que resisten. Mujeres que organizan, jóvenes que cuestionan, vecinos que ayudan cuando el gobierno no aparece. Pero esas voces no tienen micrófono, no tienen presupuesto, no son “fotogénicas”. Y sin embargo, son las que sostienen a este estado. Son la verdadera fuerza de Tlaxcala.

8. Esta columna no callará
Esta columna no se escribe para complacer ni para adornar la realidad. Se escribe para incomodar, para señalar, para romper ese pacto implícito de silencio que beneficia a quienes viven del poder sin ejercerlo con responsabilidad. CONTRACARA no será un espacio de medias tintas. Será el espacio donde la gente común —esa que no tiene palancas ni reflectores— pueda verse reflejada, escuchada, defendida.

Porque seremos la contracara del poder,
la contracara del olvido,
la contracara del silencio.

9. Tlaxcala merece más que campañas
Porque ya basta de fingir normalidad. Ya basta de tolerar la incongruencia de quienes prometen servir y terminan sirviéndose del pueblo. Tlaxcala merece algo más que promesas. Merece justicia, congruencia, y sobre todo, presencia real de sus autoridades. No bastan los comunicados ni los hashtags. Lo que hace falta es voluntad, acción y memoria.

10. Una verdad incómoda

Si algún día Tlaxcala aparece en los titulares, que no sea por su folklore, por sus montajes turísticos ni por el número de votos que entrega a los partidos. Que aparezca por su dignidad. Pero eso no sucederá mientras los responsables del poder sigan desayunando en paz mientras el pueblo cena con miedo.
Porque aquí, el hambre no espera, la injusticia no descansa, y el silencio oficial no mata de golpe: mata lento, como el abandono, como la costumbre.

Comentarios