La fragilidad de la pluma: Desafíos y peligros para los periodistas mexicanos

La fragilidad de la pluma: Desafíos y peligros para los periodistas mexicanos

En la gran pantalla de la comunicación, los periodistas son pintores de la verdad.

Su trabajo se lleva a cabo a menudo a la sombra de la incertidumbre y la hostilidad, pero es esencial para la salud de las sociedades democráticas.

En México, sin embargo, la pluma enfrenta una implacable tormenta de violencia y amenazas que atentan contra su integridad y capacidad de iluminar las sombras.

En este trasfondo, los protagonistas de este drama son sindicatos criminales, mafias, funcionarios y políticos corruptos.

El primero es como una sombra oculta que trata a los periodistas como intrusos en un territorio oscuro y que, por supuesto que tienen razón, porque el crimen organizado lo que menos quiere es a un periodista inmiscuido en sus asuntos para hacerlos públicos.

Cualquier palabra escrita o hablada que revele sus secretos es una afrenta a su imperio del silencio.

Estos últimos, en una corrupción brutal, intentan ocultar sus crímenes y sofocar la luz de la verdad en complicidad de funcionarios corruptos que se esconden en las sobras de los pasillos del poder en turno, siempre negando, ocultando o desafiando la verdad innegable de la sombra de la violencia que se ve descubierta en redes sociales.

En estas líneas, vislumbramos que los periodistas enfrentan grave peligro en México:

Asesinato: Se levanta el telón para revelar una escena sangrienta. Los periodistas perdieron la vida en busca de la verdad. Sus plumas son ahora testigos inmóviles y silenciosos de la bárbara actividad.

De diciembre de 2018 hasta marzo de 2024, se contabilizaron 46 periodistas asesinados en México, actualmente ya suman 47, con ello, el sexenio de Andrés Manuel López Obrador iguala al de Enrique Peña Nieto en cantidad de periodistas asesinados, mientras que en el de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa fueron 48, es decir, en los últimos tres sexenios del PAN, PRI y Morena, han sido asesinados 142 periodistas.

Amenazas y acoso

Las palabras se convierten en puñales, no importa si son actos de corrupción gubernamental o del crimen.

Las amenazas verbales o escritas acechan en las sombras a los periodistas en México; el acoso constante es como un viento frío que destruye la voluntad del comunicador.

Sin embargo, no solamente es la violencia física y la verbal las que se hacen presentes, también se encuentra la violencia económica detrás del argumento de “no te pago para que me madrees”, según la miope visión de algunos miembros de la clase política.

Es, a final de cuentas, el trabajo del periodista el que sirve a los políticos a reconvenir a sus cercanos a enderezar el barco e incluso, a desempeñar de manera eficiente y eficaz su encargo público, puesto que deben servir al pueblo.

Otra forma de violencia es la agresión física: Golpes, secuestros y agresiones físicas son el ritmo de esta siniestra sinfonía en la que hay hasta otros periodistas y pseudoperiodistas que se prestan a actuar como gánsteres al servicio de la clase política dominante.

Los periodistas son como marionetas en manos de fuerzas invisibles que sufren en silencio ante una sociedad impertérrita con su realidad colmada de programas públicos, pero con instituciones huecas y deficientes, donde la corrupción y la indolencia son la moneda de cambio cotidiana.

El silencio impuesto: La violencia no sólo daña el cuerpo, sino también el alma. La autocensura se cierne como un espectro sobre las redacciones, sobre las direcciones y sobre los periodistas.

Estas palabras no escritas e historias desconocidas son las cicatrices invisibles de esta guerra que se libra día a día en pos de la libertad de expresión en un México ciego, sordo y mudo.

El público desconfía, mira las noticias con recelo y se pregunta si la pluma es la víctima o el verdugo, porque existen variables determinantes que hacen que el lector tenga la razón en desconfiar, esas variables son las publicaciones en redes sociales y la confusión entre desarrolladores de contenido y periodistas.

Uno invade la esfera de acción del periodismo para actuar como sicarios y mercenarios del poder, tergiversando la realidad a una realidad más cómoda, pretenciosa y beneficiosa para quienes detentan el poder económico gubernamental, mientras reparten migajas a diestra y siniestra por igual a medios de comunicación que a sus patrocinados en las redes sociales para alterar la realidad de los hechos, siempre en una perniciosa mentira que se hace más dulce que la cruda y cruel realidad.

Respuestas y desafíos.

Protección y justicia, los héroes anónimos de la ley deben proteger a los guardianes de la verdad y los tribunales deben llevar a los perpetradores ante la justicia de manera objetiva y sin piedad.

O al menos ese es el ideal de un pueblo civilizado, ya no digamos democrático, sino de una sociedad que busca convivir en armonía para desarrollarse de manera integral y que sus semejantes, tengan las mismas oportunidades de vivir con plenitud y armonía.

Solidaridad y conciencia pública, es donde el público debe hablar con los periodistas y defender a quienes tienen el coraje de escribir. La conciencia pública debe ser un faro que ilumine la oscuridad y no sólo porque un periodista de renombre lo haya escrito, sino que la presencia de pruebas de los hechos está allí, claros e irrefutables como la luz del sol o el sol en sí.

La sociedad con conciencia pública es el eslabón perdido en la actualidad, no extinto, pero sí distraído en la turbulencia de hiperinformación destilada y desatada en redes sociales, en todos y cada uno de los medios electrónicos.

La narrativa actualmente es la que cuenta, los hechos y la verdad son anticuados para aquellos que buscan torcer la realidad o las leyes.

La legislación como escudo

La ley debe ser como una espada contra la violencia. Es necesario erradicar la impunidad.

En este juego, la pluma no puede doblegarse ante la tormenta. Su tinta debe fluir como un río indómito y llevar verdad y esperanza.

Por supuesto, pasemos a este importante tema.

Los artículos sexto y séptimo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos son, por mucho, los garantes de la libertad de expresión y el derecho a la información, no sólo de periodistas, sino de todos los ciudadanos de este país que se jacta de tener una democracia pujante.

En el corazón de la democracia, los periodistas son los guardianes de la verdad. Su pluma es afilada como una espada, desafía la oscuridad y revela secretos ocultos.

En México, sin embargo, esta noble misión se convirtió en coraje y sacrificio sobre la que se cierne una cortina de violencia.

Los periodistas, como acróbatas en un circo de alto riesgo, enfrentan amenazas desde muchas direcciones:

Cárteles: Estos grupos criminales ven a los comunicadores como intrusos en su dominio. Cada palabra era una afrenta a su imperio del silencio; los periodistas son como viajeros que atraviesan el abismo de la verdad.

Políticos y funcionarios corruptos: En los pasillos del poder, algunos políticos y funcionarios se convierten en titiriteros, manipulan cuerdas invisibles para someter a quienes desafían su corrupción, usan a esquiroles del periodismo para tales efectos, porque nunca como hoy, son las redes sociales las que permiten que el poder de la mentira sea mayor que la verdad, mientras que los periodistas son como marionetas que sufren las consecuencias. 

El asesinato silencioso

Caen las plumas, pero sus palabras resuenan. Los periodistas perdieron la vida en busca de la verdad. Sus nombres están grabados en la memoria colectiva como mártires de la libertad.

Otro tipo de mártires son aquellos que fueron ahorcados económicamente y tras ser señalados con la letra escarlata en la frente como enemigos del Estado, perecieron empresarialmente al ser sustituidos, menospreciados y atacados desde las entrañas de la intolerancia, la opacidad y la corrupción.

Las palabras se convirtieron en granizo. Las amenazas verbales o escritas llegaron incesantemente no sólo a periodistas, sino a editoriales y empresarios de medios, sin embargo, los periodistas son como árboles en una tormenta: se doblan pero no se rompen.

Hay quienes han sufrido ataques físicos. Los golpes dejan marcas. Las cicatrices en el cuerpo y en el alma son testigos silenciosos de la lucha. Los periodistas actúan como guerreros heridos que en la intimidad se curan y sanan para salir al día siguiente a la búsqueda de la verdad, a que su pluma resuene como estruendo en medio de tanta avaricia y estulticia política del poder.

El escudo de la ley es para proteger a los guardianes de la verdad, de los periodistas pues. La justicia no debe mostrar piedad hacia el agresor.

Unidos como una antorcha: El público debe hablar y defender a quienes tienen el valor de escribir. La conciencia pública debe ser la antorcha que ilumine la oscuridad.

La legislación como fundamento: La ley debe ser estable, coherente y coincidente en la protección y salvaguarda de la justicia y la verdad.

Es necesario erradicar la impunidad y garantizar la seguridad de los periodistas, es obligación de los gobiernos, del Estado.

En este juego, el bolígrafo no sólo puede escribir, sino también debe escribir.

Su tinta es como un río incontrolable que fluye hacia la verdad y la justicia para reclamar siempre, en aras de los que tienen voz, pero no son escuchados.

 

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