
La voz del pueblo. Porque el pueblo no nació para ser invisible
En un país donde el poder se aplaude entre sí, donde las cámaras siempre apuntan a los mismos rostros y los reflectores nunca giran, nace CONTRACARA: una columna para mirar de frente lo que otros prefieren ignorar.
Esto no es una tribuna más para los que ya lo tienen todo. Es el eco y la voz de los que no tienen nada. De los que gritan y no son escuchados. De los que su voz se ahoga en la sordera del poder. De los que viven en las sombras de la indiferencia.
CONTRACARA nace del hartazgo. Del cansancio de ver cómo los poderosos desfilan con trajes caros, mientras niños se duermen en la calle, mientras hombres y mujeres luchan por un pedazo de pan. De ver cómo las cámaras siguen apuntando siempre a los mismos, mientras los de abajo siguen siendo nada más que cifras en un informe, sombras sin rostro, sin historia.
Hay voces que nunca llegan a los oídos del poder. Voces secas, rotas, silenciadas. Voces que no interesan, que no venden, que incomodan. Esta columna nace para ellos y para ellas; para los que cargan la invisibilidad como una corona de espinas. Para los hombres, mujeres, niños y niñas, desempleados, discapacitados, indígenas, padres y madres solter@s. Para los que no tienen apellido ilustre ni cuentas verificadas. Para los que caminan descalzos sobre promesas rotas, para los que se levantan cada día con el alma sangrante, para los que sobreviven a un sistema que los ve como simples números.
CONTRACARA es esa voz en el desierto. Ese eco que resiste, aunque nadie lo escuche. Aquí no escribimos desde arriba, no. Escribimos desde abajo: desde la tierra árida, desde las calles olvidadas, desde el hambre, desde el desempleo, desde la enfermedad, desde la indiferencia social, desde el abuso, desde la negligencia, desde la herida abierta, desde la trinchera de aquellos que siempre fueron ignorados.
Este espacio es para señalar, para cuestionar, para exigir. Pero también es para dar esperanza. Es para abrir un micrófono y decir, con la fuerza de mil voces: “Te vemos. Te escuchamos. No estás solo, no estamos sol@s.”
Porque aquí, los “nadies” tienen nombre. Tienen historia. Tienen derecho a hablar, a ser escuchados. Aquí no hay neutralidad.
Nuestra lealtad es con los principios, no con las jerarquías; nuestro único compromiso es con la verdad.
Muchos repiten con ligereza que “el que quiere, puede”, como si la voluntad bastara para enderezar el destino. Pero no siempre se trata de querer. Hay quienes sí quieren, y aun así no pueden.
Porque nacieron sin papeles, sin redes, sin salud, sin acceso, sin un lugar en la fila. Porque no tienen recursos ni influencias; porque no pueden comprar favores; porque viven con una discapacidad; porque el sistema les ha cerrado todas las puertas una y otra vez.
Porque se les levantaron muros, estructuras que excluyen antes incluso de que puedan intentarlo. No eligieron la precariedad; la precariedad los eligió a ellos. No todos viven así por elección. Algunos, simplemente, nunca tuvieron el privilegio de elegir.
Porque seremos la contracara del poder,
la contracara del olvido,
la contracara del silencio.
Porque, al final, solo hay un camino posible para una sociedad que aspire a la justicia, la dignidad y la conciencia: el de la verdad.
— Juan 8:32
“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Comentarios